Desfigurando imágenes
Me gusta cuando eres auténtico. Cuando eres tú, sin aparentar nada, sin fingir gestos o sentimientos.
Varias son mis obsesiones sociales desde hace años. Buscar la autenticidad y descubrir la mediocridad siempre han sido leit-motivs en mis escritos. Pero nunca había llegado a asociarlos como condición sine qua non.
Pero no es fingir un personaje la mejor manera de mostrar la auténtica mediocridad del ser humano?
Nos pasamos la vida fingiendo, intentando aparentar ser mejores, ser diferentes, ser originales, ser divertidos, ser más fuertes que nuestra propia naturaleza.
Una mañana cualquiera, cruzando un paso de peatones cualquiera, observo a cientos de personas en silencio, dirigiéndose hacia sus oficinas o locales comerciales y viendo sus caras me doy cuenta de que, probablemente, esa cara de aturdimiento mañanero sea la única auténtica para muchos de nosotros. Después sólo nos queda el consuelo de saber que el día lo malgastaremos en preocupaciones absurdas que olvidaremos a la hora del almuerzo.
Ya no importan las cosas realmente importantes de la vida, hemos perdido nuestros valores, si es que alguna vez los tuvimos. No nos quedan principios porque sólo nos importa el ahora y el yo y nos dejamos abocar en la hipocresía.
Discutir si fue o no penalti o falta de Luis García nos llevará más tiempo que preocuparnos de un amigo, el nuevo orden mundial o la escasez de recursos. Porque sólo nos interesa el ego. Y es que estamos enajenados, completamente alienados por una absurda cadena de apariencias que no hacen más que empujarnos a un abismo de vacío.
Congelamos nuestros instintos a la esperda de que algún día los designios nos sean favorables. Y ovbiamos que es nuestra actitud y nuestra voluntad lo que nos hace mover nuestro mundo.
Vivmos en un océano de nada y no nos movilizamos para llenarlo de algo. Porque ya nos está bien aparentar que nos va de maravilla.
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