sábado, junio 19, 2004

El Fin del Romance El último vínculo que me quedaba (en vida) con mi padre ha muerto. Mi abuelo paterno (no el que no estuvo en Normandía) murió de madrugada asfixiado y colocado de morfina. Tenía cirrosis y cáncer de algo, entre otras afecciones. Llevaba un anyo y medio en "terminal" según los médicos, pero la semana pasada, cuando fui a visitarle al hospital, él sabía que se iba, que su tiempo había acabado. Lo único que le dije fue "cómo estás?", y la respuesta era más bien obvia. Tenía un tubo en la nariz que le llegaba hasta el estómago, una mascarilla respiratoria, y una bolsa enchufada a los pulmones que le servía para sacarle un líquido amarillento. Me cogió de la mano y se puso a llorar. Cuando se tranquilizó un poco, empezó a delirar. No conseguía coordinar dos frases seguidas con coherencia, pero dijo que allí tumbado, esos días, se había dado cuenta de lo que era la vida. Quizá era su particular modo de pedir perdón o quizá fui yo la que quiso ver en esas palabras su petición de indulto. Después dijo que él nunca había sido mala persona. En realidad y desde que recuerdo, nunca he tenido buena relación con la família de mi padre. Él murió cuando yo tenía 4 anyos. Yo estaba loca por él, era la hija mayor, y para mí, él era mi mundo. Por aquel entonces vivíamos en Lérida, mi madre había dejado de trabajar (mi hermana sólo tenía 1 anyo), y las famílias, tanto de mi padre como de mi madre, estaban en Barcelona. Ese fue el momento en que la família de mi padre se desentendió de las que eran hijas y esposa de su hijo/hermano/sobrino/nieto. Y me preguntan por qué cuando pienso en mi família no veo las caras de la hermana de mi padre, sus hijas, y mi abuelo paterno. La historia no es tan simple, y hay mucha chicha que contar, muchos trapos sucios que sacar, pero prefiero no hacerme mala sangre. No tienen sitio en mi família, y punto. Hoy, en el tanatorio, he entrado, he saludado y he salido a sentarme en la "sala de espera" fuera de la sala del velatorio de mi abuelo. No he vuelto a entrar hasta la hora de despedirme y marchar, una hora y cuarto después aprox. En realidad no conocía a nadie más que a la hermana de mi padre, a sus dos hijas, y a una prima (de no sé quién). El resto, para mí, eran totales desconocidos. Es triste pensar, que toda aquella gente eran parientes de mi padre, y que ni siquiera se acuerden de las hijas que tuvo. Manyana es el entierro, y no pienso entrar a la misa. No tengo por qué escuchar a un cura retrógado y reprimido contar gilipolleces sobre la otra vida, y tampoco quiero escuchar historias de lo maravillosa persona que era mi abuelo. Fue el padre de mi padre, sencillamente. Suficiente es el hacer acto de presencia, por educación, por mi madre, y por el recuerdo de mi padre. Al cementerio tampoco iré, sacarán los restos de mi padre antes de enterrar al abuelo (que por cierto, creo que le van a incinerar) y no me apetece estar allí, y menos sin mi madre (que está en Sevilla en una boda, y no ha podido cambiar los billetes de avión para volver a la hora del funeral). Esta tarde nos han acompanyado a mi hermana y a mí, mis abuelos maternos, que por suerte son un sol, y manyana nos acompanyarán mi abuelo y mi tía, mi única tía, la hermana de mi madre. Ahora ya solo queda pasar a la "memoria que doy por sentada" el hecho de que mi abuelo Mgl ya no vive, la lectura del testamento, y la apertura de la sucesión intestada de mi abuela (que murió hace 19 anyos, pero no se abríó la sucesión). En momentos cómo este una se da cuenta de lo que es la vida y de quienes están ahí para amarnos y cuidarnos, y yo sí lo digo de corazón. Ojalá estuviera aquí mi padre.

1 Comments:

At 10:11 p. m., Anonymous Anónimo said...

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